En el año 2018 se generaron un total de 48,5 millones de toneladas de basura electrónica en todo el mundo. Esta cantidad equivale al peso de 4.500 torres Eiffel o al peso de todos los aviones jamás construidos. El valor económico de estos residuos es superior al PIB de países como Costa Rica o Croacia. Son millones de teléfonos móviles, ordenadores y electrodomésticos viejos que se desechan cada año. ¿Qué podríamos hacer con ellos para evitar esta pérdida tan ingente de dinero y recursos?
El aparato electrónico del que más uso hacemos es el teléfono móvil, pero muchos se preguntan: ¿Dónde puedo reciclar mi móvil una vez adquiera otro con mejores prestaciones? Una opción es acudir a Lyrsa, un centro especializado en la gestión de baterías y que se encarga de todo el proceso integral del reciclaje. Peter Bakker, presidente del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD) afirma que los desechos electrónicos son el tipo de residuos que más rápido crecen en el mundo y plantean importantes riesgos sociales y medioambientales.
Basura electrónica, un recurso que vale su peso en oro
El informe Global E-waste Monitor publicado en 2017 calculo que la chatarra electrónica del mundo contiene más de 62.000 millones de dólares en materiales preciosos como el oro, el cobre y el hierro.
Los centros de gestión de residuos electrónicos pueden convertirse en las nuevas minas a cielo abierto, pues la ONU sostiene que esa cantidad de recursos es superior en tres veces a la producción de minas de plata en el mundo.
A esto se suma un dato de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). El desaprovechamiento de todos estos residuos implica tirar a la basura, nunca mejor dicho, 21.500 millones de dólares en oro y 13.000 millones en cobre.
Aparatos de consumo doméstico, los más abandonados y los más reciclables
La basura tecnológica está conformada por todo tipo de aparatos: domésticos, industriales, laborales… De todos ellos, casi la mitad está formada por dispositivos personales de consumo doméstico: ordenadores, pantallas, teléfonos móviles, tablets, televisores… El resto son electrodomésticos y aparatos más grandes, equipos de calefacción y aire acondicionado, material industrial…
El dato más sorprendente es el de los teléfonos. Un smartphone contiene hasta 60 elementos, muchos de ellos son metales pesados de gran valor en la industria electrónica. Casi el 90% de todos estos materiales pueden recuperarse y reciclarse para ofrecer una segunda vida en nuevos productos.
De ese 90% de componentes del teléfono, la parte más importante es la batería, pues el resto son básicamente carcasas y elementos de protección restando la pantalla. La batería contiene elementos de gran valía elaborados a partir de “metales de tierras raras” que son caros de extraer y solo existen en unos pocos lugares de la Tierra. Un caso muy conocido es el coltán.
Reducir la generación de basura electrónica para reducir el impacto ambiental
Una gestión inadecuada de los residuos electrónicos puede llevar a grandes problemas ambientales, especialmente en países pobres. Hasta el momento la chatarra electrónica representa un bajo porcentaje del total de los flujos residuales sólidos, pero se calcula que hasta el 70% de estos desechos peligrosos y nocivos para el entorno acaban en vertederos.
El reciclaje de los componentes presentes en los aparatos electrónicos, como el cobre o el oro, se ha convertido en una importante fuente de ingresos, especialmente en países en vías de desarrollo. No obstante, también se dan procesos en los que los países ricos pagan a países pobres por alojar su basura electrónica, generando importantes consecuencias a nivel natural y ambiental.
Reciclar la basura electrónica, un objetivo de la economía circular
La presencia de centros como Lyrsa inciden en una de las reglas básicas del ecologismo, las 3R: reducir, reutilizar y reciclar. Darle una segunda vida a los desechos electrónicos permite reducir el consumo de nuevos materiales y reutilizar los todavía aprovechables para las mismas u otras funciones.
Este principio casa muy bien con la filosofía de la economía circular, que aboga por iniciar procesos productivos en los que se limite la entrada de nuevos materiales y se trabaja activamente para reducir la generación de residuos.
La ONU trabaja activamente para introducir procesos de economía circular en la producción de aparatos electrónicos y está financiando proyectos en diferentes países del mundo para incidir en este fin. Centros como Lyrsa que captan residuos electrónicos de toda España son bienvenidos para una nueva era en la que hay que apostar decididamente por la economía verde y circular.